Como respuesta ante lo complejo, no poseo nada útil en esta
contra aventura.
Recostada, me ilumina el fuego de la hija nocturna .
Mírenla. Para ella sonríen paraísos
alegres.
Tú, guerrillera, no necesitas de todo esto: mis palabras,
susurros, pensamientos pues llevas en tus
manos la piedra filosofal.
Por rebelarte, exiges toda gota de sangre de mi cuerpo y
emoción de mi alma: todo lo acepto porque sino moriría sin tenerte jamás.
Por eso, espérame.
No ves que trato de llegar?
Al mismo tiempo, niña, sobretodo, mi niña,
¿cómo merecer el obsequio
de una sola de tus hermosuras?
Me domina el instinto que sostiene la necesidad de una
caricia eterna.
Quiero solo adorarte apasionada, sin pensar.
Ha llegado la hora en que se hacen notorias las claves de
tus pasos y el sentido de tu esencia: serás
madre y todas las batallas de la vida tendrán otros colores para ti.
Cada gesto tuyo lo defino belleza.
Tu carácter fuerte , y adosado a ello, tu suavidad cuando te
emocionas a cada segundo por lo que estás viviendo.
Mis brazos de color del aire te rodean, te sueño despierta cuando estás tan cerca y no llego a ti.
Esta es una carta. Para que la leas cuando me entiendas y
quieras hacerlo.
Mañana, vendrás a besarme en la frente, darme el desayuno y
jugaremos con la Negra Ester las dos.
Cada día es uno menos para conocer a tu hijo tan amado desde
antes de ser concebido.
Como lo fuiste tú.
Estoy y estaré en todas las formas en las que cada vez que me mires sin decir nada jamás, lo
estés diciendo todo.
A esto le llaman
instinto. Otros, destino.
Yo lo llamo, Amor. No conozco otra palabra para nombrar la
vida ahora.
Tú, que ya eres otra;
tú, que vives el mundo generosa,
velando mi mortal
terror a la angustia y al dolor de estos restos fúnebres que respiran y que soy
yo, mirándote, admirada, conmovida al percibir que de nuestros
párpados caen rayos, luces, espejos, conciencias abrazadas, invisibles para
otros, amorosas y sensibles ante la más simple señal de una próxima y eternidad total.