Deletreo con la mirada a la multitud
para encontrar a la
que soy.
Perdí mi nombre, letras de agua.
Fortaleza desarraigada.
Insisto, girando en
este frágil lugar:
como un látigo oigo mi nombre.
He sido recuerdo de
tanta inútil memoria,
tanto,
con mis propias manos apretando las sienes, me
digo :
soy lo que quiero
ahora.
Hermosa de nuevo, encantada
ante la inmensidad de los sucesos.
Descolgada de lo que
se agiganta dentro de mí:
sin bautizos, sin nombres.
Algo de odio y rencores he sido.
Víctima de los demás también.
Del desamor, abandono, traiciones y ausencias solidarias
que hirieron el costado criminal.
Agito mis manos de ese modo que pareciera que me despido.
Tal vez, me digo adiós.
Escapo sin cumplir, como una hoja , suavemente ;
o del modo en que
planearía un ladrillo de arcilla.
Enormes y tantos sueños los asesiné antes de cumplirlos.
Los volví a imaginar de a poco, para que se alejara el hambre
de levitar a través de pálidas telas transparentes,
de sueños que
lentamente o de golpe, surgen
entre el vientre y el mentón.
Hubo un tiempo en el que
me llené de palabras, comí palabras...
con las que me sobraron, mentí lo necesario.
Me apagaba en tanta duda.
Me saboreaba iluminada y poderosa
mientras me arrodillaba sobre las piedras derrotada, contemplando
mi deshonra.
No dije,
no hablé,
sufrí,
no dije yo.
De vez en cuando, entran por mi ventana
deliciosos aromas que
trae la hora del lobo.
Es aquí en donde estoy.
Rodeando la camada de todo pelaje, ronroneando las tardes,
atenta a los cantos de sirenas.
Necesito volver a mi horizonte,
alerta en los cambios de dirección del viento,
y las caricias de los míos.
La pantera no comulga con ruedas de carreta.
Y yo, Luisa..... espero.
Quieta esperándome: el
regreso.
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