DEPREDADOR

Permanece en las sombras.

No  deja rastros. No  permite ser detectado el bichejo, sostenido en la astucia  con la que se desplaza surgiendo de sus oscuridades para sonreír dando caramelos afectuosos que le son fluidamente cómodos de activar en su estructura mecánica y poderosa; dulzuras escondidas bajo toda forma que las víctimas no sospechan: amistad insobornable, solidaridades de factura impecable, obrero fantástico de la imagen fotográfica y cinéfila, tantos caerán en la inmundicia de la mierda pegajosa, inodora y sorprendente.

No hay sospechas. No hay como detectar la porquería humana.

Viene disfrazado de zalamerías artificiales, de "nobleza obliga", de pactos en toda confidencia, confunde acecho con amor intransable , dejando confundida y a  la deriva, la historia compartida, sin fuerzas para cortar los insumergibles afectos que surgieron en forma paralela, durante años, mientras  la rata se lamía los bigotes.

El apetito desatado por las noveles púberes, dulce y pálida piel, la mano que deslizaba imaginariamente sobre la suave y tersa piel de mujeres y mujeres-niñas,  estremecido cuando se agitaban,  como peces, abre la boca y cierra los ojos.

Sugestiva la voz, la palabra escrita a toda velocidad en un teclado de cómoda  sicopatía, sugiere, demanda, excita. Caen como moscas.

Sí , señor. Señores.

Como caen las tontas moscas seducidas por la rata detrás de una pantalla cibernética.

El amparo del depredador es  la pantalla virtual.

La misma mierda de antaño,  abrigos anchos  puestos en correcta simetría en los hombros, de pronto de abre la cortina y en todo su esplendor, el monstruo rosado y extraño que se acerca detrás de un gesto sudoroso y agitado.

10 añitos?  11?  12?  13? 14? 15?  Treinta?  54?

Cada vez, la rata subrepticia se delata y derrumba implacable el concepto de nobleza que era expresada con verborrea infinita, ampulosa, aceitosa, miserable.

Denuncia, me dicen. Irritada, callo. Esto es histórico, me digo.

Cuidé a mis cachorros, todo bien.

Mis heridas se recompusieron.

La saliva de la pantera, hace milagros en la piel, lamiendo amorosa toda llaga.

 Un sonido subterráneo y sordo como tropeles de caballos desatados, cabalgan desde la oscuridad de mi ira apenas sostenida y contenida, para no caer en la desastrosa advertencia de darle categoría a la mierda.

Como me detengo. Cuanto placer sueño dañar para reventar al roedor, imparable.

Circula, impenitente entre restos de su basura, bajo chapas de válidas formas de existir en medio de la gente que ignora  la verdad insoportable y amparan con cariño del bueno, y no saben.. no saben que como amigos han avalado al roedor; no imaginan que pronto, sus mujeres, sobrinas y amigas que ya cayeron y  caerán otras, en la inmundicia de los hilos de personajes de nombres como Lucas, Paolo, Pedro, Juan y Diego.

A  barrer se ha dicho. Tengo la carta bajo la manga.

Respiro profundo cuando despierto, porque hasta dormida el resentimiento respira conmigo.

Todo terminará en algún momento.

Las viejas sabias asomadas a la ventana de la vida, decían y repiten hace añares,  siéntate  en la puerta de tu casa, a ver pasar el cadáver de tu enemigo.

La generosidad que me constituye se evapora una y otra vez, no debo caer en esto, me advierto.

Estoy creciendo, me recuerdo, evolucionando.

Me miro el ombligo y sé que la basurita que cosquillea adormecida en el recuerdo, debe ser lavada con arsénico si es necesario.

En una banca frágil, blanca, precaria, tomo sol como las lagartijas esperando la próxima y definitiva rapidez de la rata desplazándose a mi alrededor y al de otros, para que la pantera dé el zarpazo, y el aire puro circule por mi alma herida, y los recuerdos implacables.

Sí. A  ti te escribo. Al que me lee. Cuídate de mí.

Es mi instinto el que habla. Es la mujer que amenaza. Es la pantera que acecha. Cuidado.