Vengo
llegando de Puerto Cisnes, una zona extrema de Chile, de bosques impenetrables
y ríos transparentes, y me bajo del avión que me trajo desde Balmaceda y estoy
otra vez en el "centro" de Chile, en Santiago.
A mi llegada, me
vuelvo a encontrar con las mismas discusiones bizantinas y narcisistas de la
"alta" política chilena.
Los mismos de siempre se enfrentan en los
medios, hacen declaraciones rimbombantes, autorreferentes, muchas veces vacías.
Son los actores del docureality de la baja política.
En mi retina y en mi alma todavía están los rostros de los chilenos que habitan nuestras hermosas y difíciles latitudes.
En mi retina y en mi alma todavía están los rostros de los chilenos que habitan nuestras hermosas y difíciles latitudes.
Está en primer lugar el del juez de
letras y escritor de Puerto Cisnes (él prefiere decir que es escritor y juez de
letras), Juan Mihovilovic.
Un juez justo, que hace su trabajo con rigor y
dedicación.
Autor de notables novelas que tocan los abismos del alma humana,
pertenece a una generación de abogados idealistas, de espíritu humanista (como
lo fuera el poeta y también juez de Isla de Pascua Alberto Rubio). Puerto
Cisnes -y todos los pueblos del Chile alejado del centro- está lleno de héroes
anónimos como él.
Está el locutor de una radio local, que entrevista, lee los comerciales y al mismo tiempo cobra los avisos.
Está el locutor de una radio local, que entrevista, lee los comerciales y al mismo tiempo cobra los avisos.
O "Ya Llego" -así lo bautizaron -, el
hombre que atiende el almacén farmacéutico del pueblo, y que muchas veces no
está detrás el mesón, pero sí su celular anotado en la puerta de entrada para
venir a atender al cliente que llegue capeando el frío de este invierno.
Cuando
lo llaman, siempre responde: "Ya llego".
Y está la bibliotecóloga a la que hasta hace poco no le gustaba leer, que se calienta las manos en una precaria estufa que no alcanza para calefaccionar la biblioteca y que intenta ponerse al día para atender a los que vienen a buscar un libro, artículo de primera necesidad en esas soledades.
Y está la bibliotecóloga a la que hasta hace poco no le gustaba leer, que se calienta las manos en una precaria estufa que no alcanza para calefaccionar la biblioteca y que intenta ponerse al día para atender a los que vienen a buscar un libro, artículo de primera necesidad en esas soledades.
Y la mujer que me
contó tenía a su hijo con neumonía (en un pueblo donde no hay un pediatra) y
que me enseña a sonreír ante la fatalidad con inexplicable paciencia.
Algunos de ellos vieron con asombro desembarcar desde remolcadores a los
"guanacos" llegados de Santiago, en los días de las protestas
regionalistas.
Ellos, con su característica simpatía y calidez patagónica, pusieron en jaque por unos días al poder central.
Ellos, con su característica simpatía y calidez patagónica, pusieron en jaque por unos días al poder central.
El mismo que hoy se mira el ombligo, el Chile
de los políticos de escritorio, cuyo sonsonete escucho como música de fondo
otra vez; un Chile abstracto que no tiene nada que ver con el Chile que se
fundó desbrozando selvas o sembrando desiertos; el Chile que se hace todos los
días desde el amor y no desde el amor al poder.
Veo a un Presidente preso de
las encuestas, sin visión a largo plazo, sin convicción ni sentido genuino de
la autoridad, y a una oposición sobreviviente y cortoplacista, agónica, sin
proyecto ni ideas.
Y pienso en el juez de mirada limpia y en "Ya Llego", llegando siempre cuando tiene que llegar.
Y pienso en el juez de mirada limpia y en "Ya Llego", llegando siempre cuando tiene que llegar.
Y siento que la política chilena no ha llegado
todavía al fondo de Chile, y cuando llega, llega tarde a solucionar los
problemas reales de los habitantes de un país que existe casi por milagro.
Chile siempre ha sobrevivido al borde de su abismo geográfico, pero hoy está al
borde de un abismo político, una descomposición que -soberbiamente- siempre
hemos creído sólo pueden padecerla los "argentinos".
Cuando se inicia
ese deterioro, siempre hay un punto de no retorno: cuando los mejores se retiran
de la política y su lugar vienen a ocuparlo los mediocres y, a poco andar, los
corruptos.
En ese abismo los países pueden caer fácilmente -como glaciares derretidos- y hundirse arrastrados por una élite mediocre y fatua, ante la mirada atónita de sus habitantes, abandonados a su propia suerte.
En ese abismo los países pueden caer fácilmente -como glaciares derretidos- y hundirse arrastrados por una élite mediocre y fatua, ante la mirada atónita de sus habitantes, abandonados a su propia suerte.
Y aunque "Ya Llego" abra
ese día su almacén farmacéutico, la baja política ya habrá contagiado
irremediablemente al resto, y el remedio será más difícil de encontrar que una
Dipirona en un día de frío en Puerto Cisnes.
por Cristián Warnken
por Cristián Warnken
Jueves 21
de Junio de 2012
Mi marido vivió en Puerto Cisnes 8 meses
ResponderEliminarEsto produce un cambio radical en el poeta.
ResponderEliminarPronto me referiré a ello. Saludos!!!