miércoles, 23 de mayo de 2012

MADRUGADAS




El ritmo de las horas, los tiempos de cada cual, el recambio de gentes amadas que se disgregan y van a sus propios viajes acompañados en la memoria amorosa del recuerdo; personas que aparecen, hacen un guiño de esos con sabor a compañía grata, y todo es un movimiento escasamente rítmico, hay que sobrevivir, porque las ausencias también se generan dentro de mi por los otros, y los círculos se van cerrando y nuevas elipsis entran en el juego verdadero, como cantaban unos amigos del alma de la reflexión callejera.
Desparpajo inevitable, invisibilidad jamás premeditada, no existe la pulsera-reloj, que elegantemente girábamos la muñeca del brazo para decir lo que las manecillas mostraban.
El vértigo, el vértigo.
Horarios enloquecidos, sonrisas ausentes, palabras mudas que no se regalan sin ton ni son, como un antes cualquiera. Resistiendo la poderosa sensación de vivir alineada de mi propia vida, tanteando senderos nuevos, aprendizajes diferentes, oficios dignos, el universo inabarcable.
Conocidos vicios de la voz y la mentira que rozan la ternura y la compasión.
Alegrías falsas y de pobreza emotiva.
El mundo... ay!! mi mundo.
Jamás se desintegra... solo cambia.
Por qué no, todo cambia, cantábamos con la Mercedes, amiga de mis sensibilidades torpes  y admiradora de su voz grave de antaño.
Sí. Sí. Es el vocablo para la aceptación.
Desaparecida en acción,reza la frase que de broma se repite tontamente.
Hoy cobra todo su sentido.
Valor.

1 comentario:

  1. Multitud de fantasmas a cuestas, demasiado vivos, les hacemos lugar a todos, los abrazamos en el vacío.

    Se le quiere, Luisa.

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