domingo, 13 de mayo de 2012

"Perdóname el haberte dado la vida", escribió PABLO DE ROKHA en Carta perdida a Carlos de Rokha.

CASCADA DE COPA



Escribid mi nombre en el libro de la noche

Donde yo anuncio la venida de un océano más negro

A la caída de los pájaros que han perdido sus alas

Sobre los follajes en que sangra el sol

Es preciso saber sonreír a cualquier precio

Ser el paseante de un bosque de árboles negros y blancos.

Las araucarias puede servirnos de puentes levadizos

O de lo contrario todo estaría perdido

Al borde de un espejo sin fondo

Donde un gran pájaro de nieve imita las cascadas

Decidme

Dónde hay una reina que devore el corazón del prisionero

Decidme

Cuántos ángeles pueden nadar en una gota de agua.
Por Roberto Careaga C. La Tercera, Viernes 5 de Agosto de 2011

Después de la muerte de su madre, en 1951, el poeta Carlos de Rokha inició una rutina: cada cierto tiempo ingresaba al Hospital Siquiátrico, en Recoleta.
"Me retiro a mis palacios de invierno", anunciaba.
El hijo mayor del poeta Pablo de Rokha vivía en altos y bajos.
Duros bajos.
Medicado por su siquiatra, era parte de la escena literaria chilena de la época y frecuentaba a los surrealistas del grupo La Mandrágora, a Eduardo Anguita, a Jorge Teillier y a Enrique Lihn, entre otros.
Internado, no detenía su caudal poético.
Por el contrario, el resto de los internos eran sus cómplices: "Verde vejiga", pedía, y un paciente se acercaba con la pintura de ese color.
Los entrenaba para que fueran sus ayudantes.
Una mezcla de pastillas y alcohol acabó con la vida de Carlos en 1962.
Tenía 42 años y ya pintaba para leyenda.
"Era el único que se ajustaba al orbe de los valores surrealistas", decía Lihn hablando de la poesía chilena, mientras Anguita lo llamaba "iluminado" y Mahfud Massis lo consideraba un "poeta sin redención posible".
Antes de su muerte, Carlos publicó Cántico profético al primer mundo (1944) y el Orden visible (1956). Póstumos aparecen Memorial y llaves (1964) y Pavana del gallo y el arlequín (1967).
Por años, ha corrido la historia de los inéditos del hijo de De Rokha y ahora son publicados.
En el marco del nuevo impulso de la editorial Multitud, el sello creado por Pablo de Rokha, la Fundación que lleva el nombre del clan, con apoyo del poeta Galo Ghigliotto, puso en librerías cuatro títulos de la familia.
Tres son reediciones de libros desaparecidos: Acero de invierno y la autobiografía El amigo piedra, de Pablo, y Oniromancia, de su esposa Winett.
La novedad es el segundo volumen de El orden visible, inédito de Carlos.
Según cuenta Patricia Tagle, directora de la Fundación De Rokha, su tío Carlos dejó una gran cantidad de textos inéditos. Todos perfectamente ordenados: en cuadernos Torre, están sus poemas escritos en una letra precisa y limpia.
También están las instrucciones para ensamblar el segundo tomo de El orden visible.
Y las de un tercero, que se publicará próximamente.
Este nuevo libro está compuesto por poemas escritos por Carlos de Rokha entre los 25 y 30 años.
Plagado de imágenes surrealistas, sólo comparte con la voz de su padre la vocación por la desmesura.
Relato de un viaje, luminoso, pero sobre todo trágico, los poemas bordean constantemente la muerte.
Anotó el autor: "Estoy herido, amigos. Herido de surtidores mágicos cuyas anunciaciones me desvelan".
La poesía de Carlos iba a modificarse con los años, pero no perdería la intensidad ni su cercanía con la tragedia. "Surrealista en esta puro", como le decía Lihn, Carlos ganó en 1961 y 1962 el Premio Municipal de Poesía.
Por esos años, la vida diaria andaba mal.
No era raro que amenazara con suicidarse.
Entraba y salía del siquiátrico, hasta donde Patricia Tagle le llevaba casi todos los días comida hecha en casa.
El 29 de septiembre de 1962 mezcló alcohol y pastillas.
Nunca quedó claro si quería suicidarse.
Para Pablo de Rokha fue un duro golpe. "Perdóname el haberte dado la vida", escribió el líder del clan en Carta perdida a Carlos de Rokha.
Seguía así:
"Mi sombra rugiente te hacía daño, te hería, te envenenaba a ti, tan alto y bueno como eras, porque los poetas como tú y yo, no deberíamos ser hijos de nadie, padres de nadie".
La tragedia no abandonó a la familia: seis años después se mató otro hijo, Pablo, y a los pocos meses el autor de Epopeya de las comidas y bebidas de Chile se suicidó.
Con el mismo sello Multitud, próximamente publicarán otro título del patriarca (Jesucristo) y rescatarán toda la obra del clan.
"Lo que me queda de vida pienso dedicarlo a publicar libros y mostrar cuadros. Es mi proyecto de vida", dice Patricia Tagle.


Martes, 14 de febrero de 2012

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